La sistemática destrucción y expolio de los recursos naturales no solo ha ido conformando una verdadera economía contra las personas, sino contra todo el planeta, que se ha visibilizado especialmente en lo relativo a los cambios climáticos que venimos experimentando, y sus consecuencias a corto y medio plazo a lo largo de los últimos años. La pandemia del 2020 es solo un pequeño ejemplo de lo que nos espera si no reaccionamos ya.
El manifiesto firmado por más de 300 organizaciones, entre ellas la FRAVM, convocando a la Huelga Mundial por el Clima en septiembre de 2019, lo expresaba muy claramente, como pudimos leer en la nota enviada a los medios de comunicación.
“La humanidad se enfrenta a uno de sus mayores retos: la crisis climática. Una crisis, consecuencia directa del modelo de producción extractivista y consumo globalizado actuales, que pone en riesgo nuestra propia supervivencia y la de un gran número de otras especies y ecosistemas e impacta de manera injusta especialmente en las poblaciones más empobrecidas y vulnerables del mundo. No responder con suficiente rapidez y contundencia a la emergencia climática y civilizatoria supondría la muerte y/o el malvivir de millones de personas, además de la extinción de muchas especies e, incluso, de ecosistemas completos.”
“Los datos son contundentes y el tiempo juega en nuestra contra. En el caso de la región mediterránea, en la que se encuentra la Península Ibérica y que es una de las más vulnerables ante el cambio climático, si no se limita el incremento de la temperatura media global en 1,5 ºC, las consecuencias para las generaciones presentes y futuras serán catastróficas: olas de calor más intensas y prolongadas, sequías recurrentes, desertificación, aumento de los fenómenos meteorológicos extremos, pérdida de biodiversidad, falta de disponibilidad de agua potable y tierras fértiles, incendios más virulentos, empobrecimiento y aumento de las desigualdades en cualquiera de sus expresiones, etc.”
Sin duda, nuestro estilo de vida, nuestras formas de producir y de consumir, son insostenibles no solo para las generaciones futuras, sino para las personas y demás seres vivos que habitamos hoy el planeta tierra.
Por eso, desde la asociación compartimos la exigencia a los gobiernos e instituciones internacionales, europeas, estatales, autonómicas y locales, para que asuman sus responsabilidades en la situación creada, por encima de los intereses privados de las grandes empresas y corporaciones internacionales.
Y en nuestros barrios…
Estamos convencidas de que en el ámbito local cotidiano la ciudadanía podemos y debemos movernos también para avanzar paso a paso en la toma de conciencia de las vecinas y vecinos sobre esos cambios necesarios y urgentes.
Además de conocer la huella ecológica y social que nuestras actividades humanas cotidianas van dejando, podemos poner en marcha espacios donde compartir conocimientos, habilidades y recursos, con tiendas gratis (sin coste alguno) y puntos de reutilización de múltiples productos, mercadillos de trueque, talleres de reparación de diversidad de objetos, grupos de consumo, espacios lúdico-formativos para niños y niñas, talleres formativos y proyectos de economía social autogestionada de todo tipo, huertos comunitarios, bancos de tiempo, redes de intercambio, de apoyo mutuo…
Podemos y debemos reivindicar la prioridad del uso del espacio público para las personas, las bicicletas y el transporte público, desde el enfoque de la accesibilidad universal y facilitando la comunicación entre los barrios del distrito.
Exigir el uso y mantenimiento sostenible de los edificios públicos, en lo que se refiere al gasto energético (eficiencia y renovables), el agua, materiales de construcción, materiales de limpieza, materiales de oficina…
Promover campañas de información y sensibilización en general, pues aún son muchas personas las que no practican la separación domiciliaria de residuos y, en particular para la separación de la materia orgánica, que posteriormente puede ir a nodos de compostaje.
Exigir medidas para disminuir los índices de contaminación del aire, pero también la contaminación lumínica y ruidos que nos afecta, el mantenimiento de los espacios verdes, del arbolado de parques y calles, la ampliación de zonas verdes asegurando la biodiversidad y la accesibilidad, al tiempo que cuidamos…